
Hoy les traigo un cuento corto que no se ubica en el siglo XVIII... sino en el siglo XXI. Pero... podrán ver que la musa inspiradora sigue firme!!!
Esto se lo dedicó a mi amiga Graciela, que ha viajado en este tren.
Ella tomaba todos los días el mismo tren en Longchamps e iba hasta la siguiente estación, Glew, donde el mismo tren volvía en dirección a Constitución. Esto lo hacia pues tenía un problema de columna y no podía viajar parada. Ella se sentaba en el asiento de uno.
Todos los días a la misma hora, tomaba el tren en Glew, en ese mismo vagón, un joven que siempre iba con una cartera colgada del hombro, y un libro en la mano.El era una persona común, nada que lo hiciera destacarse, de alrededor de 30 años, vestido sencillo con un vaquero y una camisa.Tenía la cabellera larga, sostenida atrás con una gomita.
Empezaron a notar su presencia, al mismo tiempo. Ella empezó a mirarlo... le intrigaba el libro... y veía que él también empezó a observarla, cada vez que subía. Ella también era una mujer sencilla, nada llamativa, pero bien arreglada, con su rubia cabellera suelta, también cerca de los 30 años.
A medida que pasaban los días, ambos esperaban el momento de verse, sin decir nada. Un día ella decidió sentarse en un asiento de dos, y el al subir ,se frenó, dudó y finalmente se sentó a su lado. Y ella entonces, pudo ver el libro que leía...era referente a castillos en Europa. Eso la sorprendió agradablemente, pues ella era una enamorada de los castillos...siempre soñaba con éstos e inventaba, en su fantasía, algún romance.
El tren empezó a andar con todos los chirridos naturales de sus ruedas, sobre las vias desparejas y de vagón en vagón, circulaban los vendedores voceando su mercadería. Que medias...que CD con melodías románticas...que libros para pintar para los chicos...y el chocolate! A ella le gustaba, pero ese día, no compró. En cambio él adquirió dos. Los sostuvo un minuto en sus manos y alargándole uno, le dijo: - ¿la puedo convidar? Ya que viajamos juntos todos los días, podemos compartir un chocolate, no? Me llamo Sergio - Ella dudó un instante, luego tomó la golosina y le contestó: - Gracias. Me llamo Mónica - Ambos empezaron a sacar el envoltorio y paladearon lo que ese día era un manjar.Ambos murmuraron: - ¡Que rico! - Empezaron a hablar de trivialidades, sin entrar en ningún tema personal.El tiempo, la política, la crisis, eran los temas.
Al llegar a Constitución ambos dijeron: - Hasta mañana - Y se fueron más contentos que nunca...
Al día siguiente ya entraron en otra conversación... la familia, el trabajo... y el le preguntó a que hora volvía... a lo que ella respondió no tener una hora fija, porque dependía a que hora venía el relevo en el maxikiosco, donde trabajaba... a veces era a las 15 hs., pero otras llegaba a las 16 hs.
Esa tarde , cuando ella llegó a la estación, vio que el la estaba esperando. Fué como una cita tácita. Cuando ella debía bajar en Longchamps, el le pidió para ir a tomar un café. Ella aceptó y fueron al restaurant pizzeria que estaba a una cuadra.Ella pidió un té y el un café...al ver las tortas pidieron una porción que comieron entre los dos. Hablaron animadamente y en un momento el le dijo: - Yo no debería estar viviendo con mis padres, pero es cómodo para ambas partes y a pesar de que les doy un dinero, yo puedo ahorrar para mi proyecto... - ¿Qué proyecto? - quiso saber ella. - Deseo hacer un viaje de estudios por Europa... - y quedó ahí el tema. Ella también tenía ese deseo, pero lo veía muy lejano.
Al terminar el té, ella dejó su mano sobre la mesa, y entonces el le colocó la suya encima. ESE CONTACTO FUE ELECTRICO para ambos... se miraron profundamente, sin palabras, pero sintiendo dentro de ellos, algo muy fuerte.
Luego salieron y caminaron por las calles arboladas, tomados de la mano. Parecía una antigüedad, pero que bien se sentían. En una esquina, él la acercó y le dio un beso en los labios... explotaron millones de estrellas luminosas... y en ese momento quedó sellado un amor que empezó en el tren!