Hoy les traigo mi último cuento corto, que sale completamente de la linea de mi escritura...el cual escribí especialmente por el deseo del poeta Horacio Gomez que siempre me pide que haya SANGRE en mis cuentos. Lo he leído en el último encuentro literario en Mar de Ajo!
Espero les guste...
El limpiador
A pesar de
que no era muy conocido personalmente, en el hampa sabían que si necesitaban
hacer desaparecer alguien que molestaba, se lo podía llamar.
Sus
trabajos eran muy limpios…generalmente una bala en la cabeza, inesperadamente,
en cualquier lugar. Trabajaba tanto con pistolas con silenciador como con
rifles con mira telescópica para disparar desde lejos. Cuando le daban los
datos de la víctima, estudiaba su rutina y veía donde era mejor terminar el
trabajo. Le daba lo mismo hacerlo en un lugar solitario como entre una
muchedumbre. Nunca se equivocaba.
Eso sí,
tenia una clausula especial… no tomaba trabajos donde se implicaban criaturas.
El pago
siempre era en algún banco de las Islas Caimán, Suiza o algún otro lugar, que
siempre cambiaba. Completamente imposible seguirle los pasos.
Ese día
había matado de un certero tiro a un testigo de un juicio muy sonado. Trabajo
terminado, cobrado, se fue a un bar donde iba últimamente, buscando una bella
mujer para solaz de sus necesidades fisiológicas. Esta era la tercer vez que la
buscaba, ella no hacia preguntas, el no hablaba. Al finalizar, le dejaba un
buen fajo de billetes. Pero esta vez la mujer le
preguntó: - como te llamas? – El se paró en seco, pensó un poco y dijo: -
José. Ella se rió y dijo: - no eres un
José, pareces mas bien un Ricardo o Alejandro…si te llamare Ale… El no contestó y se fue.
Pasaron
unos cuantos días…y un sábado luego de liquidar a dos personas volvió al bar.
Allí estaba la mujer, pero había un hombre con ella que discutía muy
fuertemente. Luego se fue…ella lloraba. Al fin se acercó y ella empezó a
contarle su desdicha. Estaba casada con esa persona que la maltrataba, y no se
podía alejar de él pues siempre la encontraba. Tenia moretones en el cuello,
brazos…entonces él hizo algo que nunca había hecho. Le pidió los datos de este
hombre. Y se fue.
En los
titulares del diario salió la noticia. Había aparecido muerto en un callejón,
con un certero tiro en la cabeza.
El
limpiador, solo en su casa, moviendo la cabeza exclamó:
- Es la
primera vez que hago un trabajo sin cobrar! –
Editado por Eliane Bösch
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